Conoce a Stániel y su paseo por el burdel “El pez que fuma”
Stániel es un afamado escritor y poeta. En este momento se encuentra en la plenitud de su carrera. Su vida transcurre entre conferencias y ferias, donde promociona sus libros. Ha tenido mucho éxito en su carrera profesional, más en el amor no se puede decir lo mismo.
Él conserva una lista secreta de sus amantes. Aún recuerda como perdió la virginidad a los 18 años. Todo ocurrió en una fiesta de la preparatoria con su mejor amiga. Fue una experiencia bonita y tierna para ambos. Sin embargo, no pasó mucho tiempo y ella migró a Canadá para iniciar sus estudios universitarios y él quedó con el corazón roto.
El desamor le sirvió como trampolín para escribir sus primeras poesías; además, de leer un sinfín de títulos de literatura romántica y erótica. Entre los 18 y 25 años se dedicó a tener sexo sin compromiso con al menos 13 mujeres. Ellas buscaban lo mismo que Stániel, placer, orgasmos y pasarla bien.
Sus habilidades en la cama se perfeccionaban, gracias al compendio antiguo de la cultura india, el Kamasutra. También a la práctica con sus amantes de turno y de vez en cuando, a la visita del burdel más famoso de su natal Santiago de Chile, “El Pez que fuma”.
Este lugar fue inaugurado por una escort, migrante de Venezuela. Su apodo es “Rosita” y Stániel es su cliente fijo desde hace unos dos años. Ambos tienen una excelente amistad y ella maneja con discreción su visita al bar. A él le encanta estar allá, le sirve de inspiración para escribir. Además, de ahogar las penas de la soledad en el alcohol y en un par de tetas para acariciar y lamer.
Antes de convertirse en un visitante fiel del “Pez que fuma”, el hombre solitario estuvo a punto de casarse. La chica en cuestión se llama Meredith. También es escritora y se conocieron en un salón de conferencias. La química entre ellos fue inmediata, y no perdieron tiempo en liberar la tensión sexual que ambos traían en los baños del auditorio.
La mujer lo aborda y le susurra, - quiero que me hagas todas las suciedades de tus letras y me hagas gemir en poesías… ¡Ya! -
Esas palabras fueron música para sus oídos. La tomó de la mano, pasó el seguro de la puerta. Empiezan a besarse y a tocarse como si no existiera mañana. Stániel con modesta experticia desabrocha el sujetador para admirar los pechos de aquella deslumbrante pelirroja de mirada misteriosa. Saca su lengua poderosa y lame la punta de sus pezones rosados. Poco a poco va chupando y aumenta la intensidad mientras Meredith se agita y tiene sus primeros orgasmos.
Los dedos inquietos del escritor han sentido las contracciones de su amante. Ella ahora toma las riendas. Siente la erección y el calor de su pene, lo toca con mucha sutileza y ella lo degusta con sus tiernos labios. La excitación de sentir toda la pija en su boca, la convierta en una devoradora. Sus lamidas son intensas y aplica un “garganta profunda”. Stániel, se siente protagonista de su propia película pornográfica y ahora la penetra. Las embestidas y la masturbación de su clítoris durante unos minutos llevaron a Meredith tener múltiples orgasmos. Ella complementa la sesión con otro oral, se traga su leche y lo mira como si fuera un trofeo.
Durante tres años sus encuentros sexuales fueron dignos de un guion de cine. Sus cuerpos y su mente se prestaban para experimentar la versatilidad de lo sucio y delicioso que era coger sin límites.
Ambos se amaban, pero… esas almas libres de escritores necesitaban retomar nuevos aires para sus próximos libros. Lo conversaron y estuvieron de acuerdo en tomar rumbos distintos. Meredith sabía muy bien el costo de esta decisión y Stániel sí tenía esperanzas. Sin embargo, su amada en seis meses ya tenía un nuevo amor.
Todo este escenario llevó al espléndido caballero a sumergirse en los brazos de su amiga “Rosita”. Ambos tenían en común la melancolía y pues, a él le encantaba escuchar las anécdotas de la escort venezolana y su antigua vida como abogada.
Entre ellos se prestaba el juego de roles para terminar desnudos y esposados. Él gozaba tanto de lamerle su conchita deliciosa y verla cabalgar como una diosa sobre su pija. Aunque Stániel le diera muy buenas propinas por sus servicios, ella se permitía culear con él por mero placer.
Rosita veía como un privilegio cogerse al famoso poeta. La trataba como una reina, se escuchaban mutuamente y en ocasiones se permitía fantasear con él. Ella leía sus libros para poder estar con otros clientes y si ese día la faena estuvo floja. Entonces, ella con todos sus artilugios y juguetes eróticos se regalaba masturbaciones magistrales.
Por ahora, Stániel escribe sus memorias sexuales. Él contabiliza aproximadamente 71 mujeres a sus 43 años. No se niega al amor; sin embargo, disfruta de manera exquisita los servicios de “Rosita”, entre ellos: masajes sexuales, caricias con final feliz, mamadas de pija, de culo y todo lo que él le pida.
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